La Cámara de Diputados aprobó una nueva ley de alquileres con 128 votos a favor y 114 en contra, impulsada por el oficialismo. La reforma fue enviada al Poder Ejecutivo para su promulgación y deberá ser publicada en el Boletín Oficial para entrar en vigor.
Hasta que la nueva ley sea formalmente activada, los contratos seguirán regidos por la legislación de julio de 2020, con duración de tres años y ajustes anuales mediante el Índice de Contratos de Locación (ICL). Los cambios propuestos fueron respaldados principalmente por el Frente de Todos, el Interbloque Federal, Juntos por Río Negro y la Izquierda, mientras que Juntos por el Cambio y algunos legisladores provinciales se opusieron.
La modificación más significativa es la indexación por el coeficiente Casa Propia, desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Este coeficiente ajusta el valor del alquiler cada seis meses, considerando el menor indicador entre la variación salarial y la inflación del último año. Aunque se esperaba que esta medida mejorara la oferta, algunos expertos señalan que la diferencia con la actualización anual mediante el ICL sería mínima.
Otros cambios incluyen la prohibición de solicitar meses por adelantado al inquilino, la obligatoriedad de realizar publicidades de alquileres en moneda nacional, la exención del pago de Bienes Personales para propiedades destinadas al alquiler, y la exención del monotributo para ingresos provenientes de la locación de hasta dos inmuebles. Además, ambas partes podrán deducir un 10% del monto anual del contrato de locación del Impuesto a las Ganancias.
A pesar de estos cambios, algunos críticos argumentan que la duración de los contratos seguirá siendo de tres años, la actualización por Casa Propia cada seis meses no generaría mejoras sustanciales, y la ley no aborda eficazmente los problemas de baja oferta y aumentos desmedidos en el mercado.
En resumen, la nueva ley de alquileres introduce ajustes semestrales y cambios en los índices de actualización, pero su impacto real en la dinámica del mercado inmobiliario aún genera debates entre defensores y detractores.
Autor: Matías González